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“¡Leales siempre, traidores nunca!”

Como cada semana, este miércoles me siento una vez más a ver El Mazo. Me gusta mucho, lo disfruto. Y ese es un buen motivo para verlo. Al mismo tiempo que lo disfruto, me voy poniendo políticamente al día, por la capacidad analítica y pedagógica de Diosdado Cabello.

Estoy acostumbrado a la escenografía del programa. Es sencilla. Detrás de Diosdado destacan en rojo la siluetas del 4F y del perfil de Hugo Chávez. También una foto del Comandante con el crucifijo que le regalo el general Jacinto Pérez Arcay. ¿Por qué habrá Diosdado elegido esa fotografía entre tantas posibles? Entiendo que, para muchos, puede
tener un significado religioso. Pero para mí, lo tiene político. Creo que corresponde al 14 de abril de 2002, a eso de las cinco de la mañana, durante la intervención que hace Chávez en el acto de “Restitución de Poderes”, cuando un Diosdado emocionado y feliz le devuelve, a nombre del pueblo, la Presidencia de la República.

Esa foto representa para nosotros la de un gigantesco líder, cuya humanidad se pierde de vista y dotado de un magistral sentido del momento político, que, una vez superado el golpe de Estado por la acción decidida del pueblo, llama a retomar la calma. “…Vuelvan a sus casas todos, vamos a casa, vamos a reordenar la casa, vamos a reflexionar sobre la marcha y a continuar trabajando… No vengo con ninguna carga de odio, no cabe en mi corazón ni el odio ni el rencor. Pero claro que tenemos que tomar decisiones”.

Apelaba entonces a la necesidad de normalizar el país, lo más pronto posible, evitando los grandes conflictos desgarradores que tanto pueden afectar a una nación. Pero la derecha no supo verlo, y siguió en sus destructivos planes hasta hoy.

En la parte delantera de la mesa sobre la que Diosdado apoya algunos objetos y los papeles con los que trabaja, hay un letrero que dice “¡Leales siempre, traidores nunca!”. Creo que ningún lema expresa como ese, la disposición del pueblo venezolano y de su Fuerza Armada (la Fanb: el pueblo hecho soldado), así como de todos sus cuadros y dirigentes, a mantener, en cualquier circunstancia, la lucha indoblegable por la independencia de la Patria, la dignidad de sus habitantes y la construcción del socialismo.

De esta manera, Diosdado se encarga de recordarnos el valor de la lealtad. No es un letrero más. No es una decoración más. Es toda una declaración política. Traidores hubo, y ya su historia quedó atrás. No formaremos nosotros parte de ellos.