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Cartas de lectores II: antisemitismo

El 1 de julio de 1918 algunas librerías de San Petersburgo recibieron un libro que, en verdad, estaba destinado a un solo lector: el zar Nicolás II, en el que un presunto “sabio de Sion” había expuesto a los jefes del pueblo judío un plan para destruir la civilización cristiana y las monarquías, a fin de convertirse en los “dueños del universo”. Años después de la primera edición del libro, titulado “Protocolos de los Sabios de Sion”, investigadores históricos comenzaron a aportar respuestas precisas sobre el libro, que constituye una de las mayores manipulaciones de la historia moderna. La paternidad de esta diabólica falsificación pertenece a Iván Goremykin, ex ministro del zar, que representaba a los políticos e industriales más conservadores de Rusia, ferozmente antisemitas. El historiador ruso Mikhail Lepekin comprobó que Goremykin se había inspirado en un texto olvidado: “Diálogos de los infiernos entre Maquiavelo y Montesquieu”, de Maurice Joly. Este abogado quería demostrar que el emperador Napoleón III y sus colaboradores complotaban para adueñarse de todos los poderes de la sociedad francesa. Goremykin se limitó a reemplazar la palabra “Francia” por “el mundo” y “Napoleón III” por “los judíos”. Superponiendo ambos libros, Lepekin comprobó que se trataba de una copia inescrupulosa. Pero el alcance mundial que tuvieron esas 250 páginas fue colosal. Ahora bien, luego del asesinato de la familia real perpetrado por los bolcheviques el 16 de julio de 1918, se halló en la alcoba de la zarina un ejemplar de los “Protocolos”. Este indicio permitió a los rusos blancos afirmar que se trataba de un crimen “judeobolchevique”. En 1820 comenzaron a aparecer las primeras traducciones en alemán, francés e inglés. Pero aunque la falsificación fue rápidamente descubierta, sigue expandiéndose como un virus imparable. En los años 30 fue recuperado por la propaganda nazi para justificar el contenido antisemita de su ideología. “Se puede decir que los ‘Protocolos’ tienen gran responsabilidad en la perpetuación del Holocausto de millones de judíos”, sostiene André Targuieff, autor de un ensayo titulado “Los Protocolos de los Sabios de Sion. Falsificación y uso de falsificaciones”. Pero la supervivencia de los “Protocolos” demuestra que las teorías conspiracionistas y las elucubraciones tienen -en el inconsciente colectivo- más vigor que la verdad. Ahora bien, en este mundo de suspicacias muchas teorías fantasiosas encuentran en internet un vehículo inesperado de difusión y una clientela ávida de consumo. “En estas condiciones, siempre será fértil el surco para que, en cualquier momento, pueda brotar cualquier versión moderna de los protocolos”.