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"¿Dónde está enterrado el perro?"

Foto Archivo
Foto: Archivo.

En las últimas tres décadas, el mundo se vio envuelto por una fina, dura, inflexible red de condicionamientos y convencionalismos mediáticos, impulsados por un astuto centro del mal alimentado por las grandes corporaciones económicas. El proceso ha sido vestido como entretenido, incluso alegre y, por supuesto, imperceptible para el común humano. El resultado está a la vista: un descarado sistema de malversación ideológica, donde todo lo que se plantara como alternativa era malvado, marginal, terrorista e incluso, ¡cruz diablo!, comunista-bolchevique.

Hoy, ese proceso conocido como “guerra mental” es el verdadero campo de batalla de la tercera guerra mundial. No son los tanques ni los aviones ni los drones. Es esa avasallante perversidad que incluso llega a presentar la horrible visión nuclear como un elemento más del rating.

Con mucha inocencia nosotros, los buenos de la película, pensamos que la aparición de las redes sociales con millones de usuarios, los blogs, las alternativas mediáticas cuasi independientes y unipersonales, aliviadas de los grandes presupuestos típicos de la gráfica y el papel, nos permitirían emerger de ese pantano y hacer pie en la verdad, en la transparencia y en la realidad…

¡Qué ingenuidad!

Con una tradicional mano de hierro, todas esas fantasías fueron aherrojadas por las grandes cadenas mediáticas, que también dejaron la gráfica o la mediatizaron, y con la anuencia y beneplácito de sus dueños, encerraron al mundo en el cuello de botella de los Microsoft, los Facebook o los Twitter (¡quiero escribirlos con minúsculas y la computadora no me deja!). De repente, todo lo que uno suponía que podía entregar de la realidad fue cuidadosamente clausurado en un pozo ciego, del que sólo sale lo que los verdaderos dueños de la comunicación quieren, o deforman, o censuran, o lo que sea…

Pero… como decía mi padre, furibundo hincha de Independiente, “la mentira tiene patas cortas”. Poco a poco la realidad va desnudando su verdadera cara, pese al cepo y, muchas veces, gracias a la irrefrenable sarta de estupideces que cada vez más se ven obligados a cometer quienes supusieron que podían detener la historia. Aquello de que “no se puede tapar la luz del sol con un harnero”.

Grandes cataclismos sociales, económicos o políticos han servido siempre de catalizadores para los cambios estructurales de la sociedad humana. Guerras, pandemias, crisis económicas permitieron que esas revoluciones estructurales se consolidaran y desplazaran decrépitos sistemas de dominación. Las nuevas fuerzas asumieron el rol hegemónico y, con contradicciones, marchas y contramarchas, impusieron un nuevo orden.

Ahora está clara la decadencia del desolado mundo unipolar. Con gran estrépito y feroces estertores, se resiste a desaparecer y eso reviste contornos amenazantes para toda la humanidad. Empero esas nuevas fuerzas toman una dimensión cada vez más determinante y sus actos son cada vez más coherentes y decisorios. Al dominio de elites por completo alienadas, dispuestas a echar mano de recursos extremos para perdurar, se le opone una potente red de naciones solidarias y coordinadas.

Hoy, la interacción entre los BRICS, la OCSh, la Liga Árabe, la Unión Africana, la ANSEAN y nuestra CELAC se consolida como un movimiento entrelazado y armónico que enmarca y protege el despliegue de lo que ese poder mediático calificó como “países emergentes” y que, en realidad, son pueblos autodeterminados e interrelacionados.

La conducta multipolar enfrenta y desarticula los prepotentes y discriminatorios embates de esa trama de mentiras y desinformaciones con que el viejo mundo intenta seguir dominando la conciencia y la actitud de cada uno de nosotros. Esa nueva realidad mundial es la que está en crecientes condiciones de frenar la soberbia del viejo centro unipolar e impedir el cataclismo nuclear. La independencia y soberanía del nuevo orden son los garantes de la paz.

Ya no se puede vivir de rodillas todo el mundo y todo el tiempo. Ni tampoco se puede avanzar siempre con los ojos cerrados. No hay forma de aislar a todos los países ni de bajar en cada frontera cortinas herméticas. Se agotaron los recursos represivos para instalar dominantes bases militares en cuanto lugar del planeta se le ocurra a ese decrépito centro del poder mundial o para provocar conflictos “locales”, “interétnicos”, “fronterizos”. Se agotaron las variantes de las “revoluciones de color” que derrocaban regímenes constitucionales para reemplazarlos por filibusteros neonazis o delirantes figuras de la farándula.

Es paradójico, ya que ese centro sigue alimentado por los grandes grupos monopólicos especulativos. Los que pretenden mantener el dominio de la economía mundial. La paradoja es que con todo su poder y sus recursos, no advirtieron el surgimiento de nuevos polos que dejaron de ser marginales y comenzaron a conducirse por su cuenta, sin rendirles pleitesía ni obedecer sus dictados. Los datos de la realidad económica mundial, a disposición de todo usuario de internet, confirman con elocuencia esta nueva circunstancia: flamantes y dinámicos bloques económicos, política unificada en materia de divisas nacionales, intercambio comercial “horizontal”, sin pasar por los centros de la especulación financiera. Es un proceso difícil, no lineal, con avances y retrocesos, pero es irreversible.

Es lógico y natural que ese nuevo mundo multipolar transforme el ordenamiento de la sociedad humana con normas de solidaridad, respeto mutuo, no injerencia y autodeterminación. Con claras reglas de cooperación e integración en un modelo económico superador de esa anacrónica crisis estructural. Porque es conducente y apropiado para propulsar el ulterior progreso de la civilización. Porque, en definitiva, el ser humano no es suicida.

Quienes no entiendan esta nueva realidad y pretendan ahogar su desarrollo van a terminar ellos mismos en esa asfixia política y económica. Casi los dos tercios de la humanidad está dejando de lado las imposiciones económicas y políticas de ese viejo polo de dominación y despliega la nueva conducta de intercambio e integración. Rusia, China, la India, los países árabes, el continente africano. Nuestra América Latina que vuelve enriquecida a ejercer poder popular e inscribirse en esa nueva realidad mundial.

Ningún imperio se sostuvo por la fuerza. Ni por la imposición violenta de su dictado. Por el contrario, esos intentos sólo sirvieron para socavar definitivamente sus cimientos y acelerar su derrumbe. Porque las leyes económicas siguen siendo leyes. Porque los avances materiales de la sociedad humana generan también avances en sus niveles de conciencia social. Porque el progreso no se mide desde un polo hermético, alienado y sin comprensión de la dinámica dialéctica de los cambios.

Porque la estéril prepotencia que se pretende ejercer sobre estos nuevos polos genera inevitablemente graves conmociones internas en quienes la ejercen. En todos los aspectos: políticos, económicos, sociales, culturales… Es imposible vivir sobre la acumulación de fallas, fracasos y errores. Es imposible tratar de dominar el mundo si en el interior la crisis se torna cada vez más acuciante. Una vez más, los datos de la crisis del sistema capitalista, como definió el proceso el propio presidente francés Emmanuel Macron, están al alcance de cualquier computadora.

Hoy, el polo dominante se reduce al bloque anglosajón y la subyugada Unión Europea, donde se concentra el mayor poderío del mundo en decadencia. Ese bloque se desgaja día a día, pierde fuerzas y es cada vez más impotente para imponer su dictado. Sus desprendimientos se alinean cada vez más sólidamente con las nuevas fuerzas y los nuevos polos. En primer lugar, por simples razones de supervivencia. Por la imposibilidad, pese a sus deseos, de seguir atados a un carro desbocado tan cercano al precipicio. En segundo lugar, porque es cada vez más evidente que las oportunidades se encuentran en los nuevos polos. Y porque esas oportunidades les permiten a esos desprendimientos volver a unir sus partes desmembradas y seguir siendo un sujeto de la realidad.

Escribo esto a vuelo de computadora, sin aportar dato alguno, reitero que los datos están ahí, a la vista de todos. Y porque esos datos se hacen día a día más convincentes, más evidentes y tenaces. La sociedad humana ha comenzado a aterrizar en este nuevo mundo. A pensar cómo se va a alimentar, cómo se protegerá del clima, cómo resolverá los problemas socioeconómicos que la asedian: el hambre, la miseria, el desarraigo, la discriminación, la incultura. Todo a lo que la llevó un sistema decrépito que ahora sólo puede generar injusticia, aislamiento y violencia.

Comienza a indagar las causas profundas de esta crisis estructural. Lo que el viejo dicho ruso que me sirve de título se pregunta: “¿dónde está enterrado el perro?”.

En este plano, mi inquietud sigue siendo la misma. ¿Qué hacemos en nuestra Patria para no perder nuevamente el tren? ¿Seguiremos inmersos en la inercia de la crisis y en las vacilaciones para salir de ella? ¿Seremos capaces de plantarnos en ese nuevo mundo multipolar y desechar una esclavitud que sólo nos trajo (y nos trae) miseria y destrucción? ¿Estaremos en condiciones y con fuerzas suficientes como para conformar un auténtico polo interno de fuerzas populares (si somos populares somos nacionales) que además de consignas tenga un método de acción y organización unitaria para que esas consignas de una buena vez se concreten?

La respuesta surge por sí sola: la necesidad organizativa y operativa sólo podrá ser contenida por una nueva Constitución. Que supere un siglo y medio de estancamiento institucional y extienda el acta de nacimiento para las nuevas bases de la organización nacional. En un mundo estructuralmente distinto al de 1853.

Es ese novedoso polo interno el que nos permitirá sentarnos de pleno derecho a la mesa multipolar. Nuestra coherencia pasa, en primer lugar, por definir el nuevo cuadro institucional que nos permita tomar las acciones que haya que tomar, sin someternos a subterfugios legalistas, amparados en leyes sancionadas por quienes en verdad saquearon nuestra Patria.  En ese sentido, ¿alguien recuerda que para eso hay que echar del templo los mercaderes?

El dilema se resuelve como Jesús lo hizo. El Evangelio cita su indignación viendo cómo los mercaderes se habían apoderado del templo, su casa: “vosotros la habéis convertido en una cueva de ladrones”. Es hora de que también nosotros limpiemos el templo y confirmemos nuestra pertenencia a la doctrina de la soberanía política, la independencia económica y la justicia social.

El punto crítico…


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