Mexico
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La farsa

Por Mónica Silva Dávila

¿Revocación de mandato? Más de 14 millones 500 mil resultados en cualquier navegador de internet, acompañados de palabras como fraude, constitución, corrupción, México, simulación o significado, como si fueran adjetivos calificativos o complementos cuestionables. Lo dice, textual, el Instituto Nacional Electoral: “La revocación de mandato es el instrumento de participación solicitado por la ciudadanía para determinar la conclusión anticipada en el desempeño de la persona titular de la Presidencia de la República, a partir de la pérdida de la confianza”.

Hace unos días, en un grupo de compañeras catedráticas de mi hermana, una invitaba a votar, otras no, incluida mi hermana. La que invitaba a votar dijo: es raro que los pensantes sean los que no quieran votar. ¿Por qué? A lo que contestó la mayoría: precisamente por ello, porque somos pensantes.

Lo cierto es que cualquiera de los posibles resultados que emanen de este primer ejercicio, todos, todos, apuntan a una ratificación, a un “se queda porque se queda”, a un gran espectáculo teatral. ¿Por qué? Porque tenemos a un autócrata, a un actorazo por mandatario, que se victimiza en y con cada acción que no está a modo o a su favor. Él es el flautista de Hamelín, que con su tonadita y sus dimes y diretes, deslumbra a quienes lo mantienen posicionado con un alto porcentaje de aceptación. ¿Y qué ha hecho? Dividir, siempre dividir, provocar confrontaciones y polarizaciones y hundir al país. ¿Resultados favorables para México? ¿Acaso conocemos alguno? O nos sobran dedos para contarlos.

Esto, nuevamente, nos hace cuestionarnos que el mundo está al revés en la actual política mexicana. Los que deberían de promover que se vaya, promueven que se quede.

Lo lamentable de esta situación política es que nos hace pensar en que se terminó el tiempo de los presidentes estadistas, visionarios y patriotas. Hace más de 100 años, con Venustiano Carranza y Francisco I. Madero, en unidad, se buscaba acabar con el autoritario sistema político para conseguir que México fuera un país democrático y de leyes. Carranza emitió decretos para que todos los actos de las fuerzas revolucionarias estuvieran apegados a la ley. Con el Plan de Guadalupe inició una verdadera revolución social y para unificar las corrientes revolucionarias integró reformas que la sociedad exigía como indispensables para establecer un régimen que garantizara la igualdad de los mexicanos; leyes agrarias y fiscales, otras para mejorar a las clases proletarias; implementó la libertad municipal; reformó los sistemas electorales para obtener la efectividad del sufragio; organizó el Poder Judicial independiente, revisó las leyes sobre el matrimonio y el estado civil; dispuso el estricto cumplimiento de las leyes de reforma, instauró medidas para proteger los recursos naturales y otras para evitar los monopolios. Éstas fueron sólo algunas reformas que hizo a la Constitución de 1857 y que en 1917 legó una Carta Magna, bastante avanzada para su tiempo, de contenido social y democrático, que continúa vigente, así como algunas de las instituciones que creó, como el Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada de México. A este gran coahuilense, su nacionalismo, su dignidad y su valentía por defender la soberanía nacional, le dieron un lugar especial en la historia del país. Nada comparable a este actual “dignatario” que lo único que ha hecho bien es descalificar a quien se le ponga enfrente o a quien se oponga a sus decisiones o a sus puntos de vista.

Veamos en qué termina la tramposa, confusa y manipuladora, pero también anticonstitucional, pregunta del ejercicio de este 10 de abril. 

La simulación de este gobierno federal continúa y los peores días están por venir.

Twitter: @desertique