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El Cerro de Sancancio: una despreciada joya ecológica en el corazón de Manizales

15 de abril de 2022

Directores
Orlando Cadavid Correa
Evelio Giraldo Ospina

Para convertirlo en atractivo turístico, el cerro de Sancancio merece atención

Las transversales en la vía a Sancancio están llenas de basura vegetal, tal como se aprecia en la gráfica.

 Por JOSE MIGUEL ALZATE

El Morro de Sancancio, cl emblemático cerro tutelar de Manizales, recibe este Viernes Santo a cientos de peregrinos que recorren las 14 estaciones que resumen  lo que experimentó y sufrió Jesús desde el momento de su condena hasta su sepultura. Familias enteras, con una devoción profunda, inician desde muy temprano el recorrido de kilómetro y medio rezando cada una de las estaciones. EJE 21 reproduce a propósito una nota que escribió hace algún tiempo José Miguel Alzate sobre esta despreciada joya turística de la capital caldense.

 El Cerro de San Cancio es un referente de Manizales. No porque a sus pies se levanten algunos barrios populares como Aranjuez o Malhabar, ni tampoco porque un sector residencial estrato seis sea la puerta de entrada para ascender hasta su punto más alto. En la capital caldense se habla de este cerro tutelar porque fue el sitio escogido por el primer poblador que llegó para establecerse en la ciudad en la época de la colonización antioqueña. En efecto, en el año 1837, procedente de Salamina, se estableció cerca a este lugar el señor Fermín López, el hombre que abrió el camino para que luego llegaran hasta estas tierras los fundadores, la llamada expedición de los veinte, de la que hicieron parte, entre otros, Marcelino Palacios, Manuel Grisales, Victoriano Arango y Antonio Ceballos.

Esta es la razón por la que en los textos de historia que sobre Manizales se han escrito se habla del Cerro de San Cancio, una montaña que en su parte más alta alcanza 2222 metros de altura sobre el nivel del mar, como del primer lugar del cual se tuvo referencia antes de la fundación de la ciudad el 12 de octubre de 1849. El geólogo Gonzalo Duque Escobar dice que su actual fisonomía se formó en la época del pleistoceno, debido a que florecieron bosques andinos que con sus raíces profundas amarraron por siglos el suelo, convirtiendo la tierra en una sólida estructura “que no logró convertirse en volcán porque no explotó cuando el magma en estado semisólido y caliente se exprimió a la superficie”. “El cerro es el resultado de una extrusión de magma de hace unos dos millones de años”, sostiene el geólogo.

¿Por qué traemos a colación estos temas para hablar de la importancia del Cerro de San Cancio? Porque los manizaleños deben saber qué representa para la ciudad este accidente geográfico. Antes de proceder a explicar esa importancia, digamos que cuando Fermín López abandonó el pie del cerro donde se instaló con su familia para continuar hacia el sur del río Chinchiná en busca de nuevas tierras para colonizar, se hizo cargo de ese terreno el señor Joaquín Arango Restrepo, quien le dio el nombre de Sancancio. Según las crónicas de Fray Pedro de León citadas por el historiador Albeiro Valencia Llano, cerca de quinientos indígenas pertenecientes a las tribus Quimbayas poblaban ese lugar en la época de la colonia. Ejercían la guaquería.

Pues bien: el propósito de este texto es despertar en la dirigencia manizaleña el interés por el rescate de este cerro para convertirlo en atractivo turístico de la ciudad. Sobre todo porque está ubicado en un sitio privilegiado, desde donde se puede observar a Manizales en toda su belleza topográfica, con una mira de 360 grados. Desde lo alto del Cerro de San Cancio se aprecia la ciudad hacia todos los costados, lo que convierte este lugar en un excelente mirador. A esa belleza paisajística que ofrece, se le debe sumar la presencia de barranqueros, pájaros que con sus trinos llenan de vida el sitio. Cuando se asciende por una carretera en pésimas condiciones, sin mantenimiento de ninguna clase, se descubre los nidos donde estos animales se procrean: pequeños huecos abiertos en la tierra.

Lo que llama la atención es que este inmenso predio sea propiedad de privados, razón por la cual las autoridades no pueden hacer inversiones para mejorar la vía de acceso. Sus propietarios son la Arquidiócesis de Manizales y el ingeniero Gustavo Robledo Isaza. ¿Cómo adquirieron este terreno donde se puede desarrollar un complejo turístico como el Pueblito Paisa de Medellín o el Cerro de Las Tres Cruces, de Cali? Sería bueno saberlo. Lo mismo que la intención con que fue adquirido. Porque la verdad es que el terreno no ofrece posibilidades de urbanización como para decir que puede ser un lote de engorde que genere plusvalía. Lo que si ofrece, por su ubicación estratégica y la maravillosa panorámica de Manizales que desde allí se observa, es la oportunidad de construir allí un excelente mirador turístico.

¿Por qué los propietarios no desarrollan un proyecto turístico en este cerro? Son muchos los manizaleños y los turistas que subirían a diario hasta la cima para observar la ciudad en un atardecer soleado o para entretenerse mirando hacia otros sitios de la geografía regional. Ante el poco interés de sus dueños por hacer un buen mantenimiento de la vía de acceso para que muchos ciudadanos puedan subir, ¿no debería la alcaldía de Manizales buscar la forma de comprarles para desarrollar allí un proyecto que le traería beneficios a la ciudad? El ingeniero Gonzalo Duque Escobar sostiene que allí hay “un conflicto de la actividad antrópica con el actual uso del suelo y las funciones de sus laderas como áreas de protección”, y que debe ser recuperado como bien común, declarándolo área de interés ambiental.

En un codo de la vía a Sancancio, hay un mirador con sillas donadas por el comerciante Carlos Vásquez, propietario de la charcutería «El Rancho», en el sector de Palermo.

Reconforta saber que el Cerro de Sancancio tiene un doliente. Es un ciudadano que lucha por mantener la vía apta para el ascenso, a quien no le importa sacar plata de su bolsillo para tratar de mejorarla. Ese ciudadano se llama Carlos Vásquez. Es el actual presidente de Sibarca. Todos los días sube hasta la cima, caminando, en una callada labor de observación. Cuando fungió como edil de la comuna Palogrande consiguió recursos para construir transversales y cunetas que impidieran el deterioro de la carretera. Pero lo que se hizo entonces ya está en mal estado. Limpiar las cunetas impediría que el agua acabe con ella. Y limpiar de helecho marranero el plan donde una antena de comunicación celular afea el entorno permite recuperar la vista de la ciudad.

Al Cerro de San Cancio suben en Semana Santa cerca de cuatro mil personas para recorrer el viacrucis. De acondicionarse un mirador turístico en la cima, el ascenso de gente enamorada de la naturaleza seria diario. Construir una capilla y establecer negocios de comida y otro tipo de atractivos atraería mucha gente. ¿Por qué no apostarle a un proyecto que puede rescatar para la diversión un sitio privilegiado? ¿Podría la Administración Municipal declararlo bien de utilidad pública? La conservación de este cerro debe ser responsabilidad del Estado. Si no se toman medidas por parte de las autoridades para evitar que por acciones antrópicas se repita la tragedia de Aranjuez, donde un derrumbe de tierra afectó las viviendas de varias familias, se podrían repetir hechos como los ya registrados.

Sin dolientes. Dramático estado de la vía a Sancancio. Cunetas repletas de hojas y basuras, transversales obstruidas, huecos a lo largo y ancho del trayecto, sirven de caldo de cultivo a este emblemático morro a un proceso de erosión.

Gonzalo Duque Escobar ha expresado su preocupación por lo que pueda suceder con el Cerro de Sancancio si no se toman medidas para evitar tragedias como consecuencia de un invierno fuerte. Ha dicho que “el desastre de Aranjuez es la consecuencia de haber destruido el bosque natural”. Propone entonces que se recupere el “símbolo natural del paisaje urbano más auténtico de la ciudad” recurriendo a su declaratoria como área de interés ambiental para Manizales. En su concepto, el municipio puede adquirirlo para proceder a su recuperación. Eso es lo que se necesita para convertirlo en atractivo turístico. Del pie del cerro a la cima no hay un kilómetro de carretera. El ascenso podría ser un sendero ecológico que motive a la gente a recorrerlo y, una vez arriba, disfrutar la belleza de la ciudad.

Cima del Morro Sancancio a la que se llega después de un recorrido de un kilómetro.

Publicada el 13 de julio de 2020