El escándalo que ha sacudido a la campaña del candidato presidencial Gustavo Petro por los videos y audios en los que se evidencia la estrategia para atacar y desacreditar a sus rivales políticos, debe despertar profundas reflexiones sobre la manera en que se han convertido –o convirtieron—las elecciones en Colombia durante los últimos años.
Los candidatos le han pegado una ‘patada’ a la confrontación de ideas y el planteamiento de propuestas y se han dejado arrastrar por sus asesores y estrategas que les han vendido la horrorosa táctica de la difamación a través de los perfiles falsos, las ‘bodegas’ y las cuentas paralelas en redes sociales. Se trata de una ‘moda’ en la que no solamente han caído los candidatos presidenciales sino varios de los actuales gobernantes quienes para llegar a sus cargos utilizaron –y siguen empleando—esas turbias estrategias. En el Huila, todos hemos sido testigos de esta clase de campañas sucias dirigidas no solo a desacreditar a políticos sino a instituciones y medios de comunicación.
¿En qué momento los políticos cayeron en estas estrategias rastreras? ¿Los políticos se sienten bien acudiendo a los perfiles falsos para atacar y desacreditar a sus contendores? ¿Así de podridos están por dentro?
Estas estrategias sucias son muy seguramente el motor de los enfrentamientos, la pugnacidad, los comentarios llenos de odios, rencillas y resentimientos y la ola de desinformación que han rodeado esta contienda electoral.
Desde esta tribuna, insistimos: es imperante que los candidatos promuevan entre sus electores sus propuestas. Los colombianos necesitan escucharlos hablar a fondo sobre cómo resolverían los grandes problemas que tiene el país.
Muy poco se les ha oído sobre planes concretos, realizables y viables para reducir los hurtos callejeros y los muertos en accidentes de tránsito, cómo van a fortalecer el empleo formal, de qué manera van a enfrentar la congestión judicial, cómo van a detener la minería ilegal y la deforestación, entre otros temas claves.
