Costa Rica
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Costa Rica-Alemania convirtió la plaza de la Cultura en una enorme gradería de sol

Había que verles las caras. Desde el minuto uno hasta el minuto 100, los aficionados que armaron una gradería de sol frente a una pantalla improvisada, al costado este de la plaza de la Cultura, mantuvieron sus niveles de adrenalina y cortisol lo suficientemente altos para generar un infarto masivo.

Nada más democrático para esa marea de emociones que ese concurrido punto de la capital: empleados públicos en su tiempo de asueto, repartidores de comida, vendedores ambulantes y habitantes de calle.

Policías municipales, de la Fuerza Pública y privados. Turistas europeos y hasta Doña Burra, que viajó desde San Joaquín de Flores, en Heredia, para una de las primeras actividades navideñas y aprovechó para rebuznar el segundo gol tico.

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Una masa humana diversa pero unida en una misma emoción: apoyar a la Sele en cada jugada, aunque el marcador nos dejara fuera de Qatar.

“Vamos, Sele, vamos!”, “dele, adelante!’”, coreaba la gradería con tanto entusiasmo como palabrotas irrepetibles salieron de sus bocas contra alemanes, árbitras y VAR.

Así se vivió el primer gol alemán en la avenida central de San José Gritos, lamentos y reclamos imperaron.

La tienda Punto Favorito instaló en uno de sus costados una enorme pantalla que atrajo, como la miel a las hormigas, a decenas de transeúntes habituales de estas calles.

Minutos amargos de silencio en los diez de descuento finales y después del cuarto cañonazo alemán.

Joaquín Navarro, peón bananero de Cariari de Pococí, en Limón, aprovechó la espera de su bus, que salía a las 3 p. m., para ver el primer tiempo. Su fe, enorme, auguraba para Costa Rica un 2 a 1. Jamás vio la posibilidad del 2-4, que alargó todas las caras de sus acompañantes temporales de gradería.

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La corneta de Eithan Guadamuz, de 9 años, nunca dejó de sonar en los momentos cumbre del partido, sobre todo con el mágico e inolvidable 2-1 a favor de Costa Rica, que levantó en un solo brinco a la afición y los puso a soñar con los octavos, como pronosticaba Joaquín.

Como fieles devotos frente a un altar muy sagrado, las miradas en éxtasis atento no perdían detalle de la pantalla.

La tienda Punto Favorito colocó una enorme pantalla que jaló a decenas a ver el último encuentro de la Selección Nacional en Qatar 2022. (JOHN DURAN)

Las atajadas de Keylor, que fueron bastantes, levantaban el volumen de los ruegos y los aplausos.

Guillermo Castro, abuelo de Eithan, vino hasta con una silla a sentarse en el mismo punto donde se plantó el 23 de noviembre a contar los siete goles contra su amada Sele. Este jueves se devolvió para Alajuelita con mejor semblante y ánimo que aquel infortunado miércoles que quedará en la historia más oscura del fútbol tico.

Buena parte de la plaza de la Cultura estaba a reventar. Le robó afición a otros sitios de la capital que colocaron pantallas, incluso en lugares mucho más cómodos pero sin el sol, el viento y el vuelo de palomas de este punto, en un primer día de diciembre abundante de emoción.

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Las calles, que se vaciaron durante los 100 minutos del encuentro, volvieron a su normalidad de forma casi instantánea… hasta con su olor a alcantarilla y las sobras de pan y basura en el suelo.

La afición en el improvisado auditorio cerró el encuentro con un nutrido aplauso mientras se dispersaba nuevamente por las maltrechas vías josefinas, cual hormiguero alborotado.

Todos se despidieron de todos en gestos de común complicidad. Cada quien tomó su camino, la mayoría con una sonrisa en el rostro; otros con gestos más oscuros, pero todos con palabras de agradecimiento porque, sí, la Sele jugó hoy contra un grande como los grandes.

Desconocidos se convirtieron en amigos temporales durante los 100 minutos que se prolongó el último juego de la Selección de Costa Rica en Qatar 2022. (JOHN DURAN)