Costa Rica
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Elección en la Corte Suprema

Luego de “19 días y 500 noches”, como dice Joaquín Sabina, la Corte Suprema de Justicia eligió nuevo presidente. Fue, sin duda, un proceso áspero y tortuoso, que dejó claras la profundidad y rigidez de las luchas de poder en la cúpula judicial. Ninguno de los dos bloques lograba imponerse y, tampoco, querían ceder. El largo impasse resultante hizo inevitable el surgimiento de una tercera figura, quien finalmente fue elegida por la mínima.

Podríamos pensar “asunto resuelto, hora de que el Judicial pase la página”. En lo inmediato, aparentemente, sí: la Corte tiene presidente. Sin embargo, la verdad es que nada de lo demás está resuelto. Para empezar, veremos cómo se restañan las heridas de este pleito, pues los dimes y diretes y la campaña subterránea no salen gratis. Además, ver a altos jueces destinar horas de horas a un asunto sin llegar a una decisión y sin que articularan una visión de futuro para el Poder Judicial, probablemente erosione aún más la valoración ciudadana sobre la institución.

En este drama, la Corte quedó desnuda. No vimos a un máximo tribunal, alejado de los pleitos mundanos y enfocado en la administración imparcial de la justicia, sino un escenario más de la política pantanosa. Ojalá las magistraturas construyan puentes entre sí. Urge y conviene. En cualquier caso, lo acaecido es otro argumento a favor de otro tema: la necesidad de remover a veintidós abogados de la gestión de una entidad tan compleja como el Judicial. Por más que no les guste reconocerlo, un abogado no está entrenado como gerente, y una gerencia compuesta por 22 primus inter pares es receta para la ineficacia. Los integrantes de la Corte debieran concentrarse en los asuntos judiciales, no en estar decidiendo nombramientos o diseños operativos de gestión.

A la democracia costarricense no le conviene para nada una división política estructural de la cúpula judicial, pues abre la puerta a la intervención de otros poderes en los asuntos internos. Vean ustedes: la Asamblea Legislativa tiene pendiente varios nombramientos de nuevos magistrados y más de un diputado debe estar pensando su voto de esta manera: “Votaré por X para fortalecer al bloque A de magistrados y luego hablamos”. Lo mismo puede pensar un magistrado de ese bloque: “Voy a hablar con el diputado Z para conseguir un nuevo miembro de mi grupo”. No juguemos con fuego.

vargascullell@icloud.com

El autor es sociólogo, director del Programa Estado de la Nación.

El magistrado Orlando Aguirre es el nuevo presidente de la Corte Suprema de Justicia. (Rafael Pacheco Granados)