Costa Rica
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La verdad sobre los mentirosos

La periodista polaca y liberal moderada, Anne Applebaum, publicó en el 2020, El ocaso de la democracia. La seducción del autoritarismo; libro donde relata de manera amena, accesible y anecdótica, cómo los mentirosos logran sus objetivos políticos, siempre egoístas e interesados. Ha pasado recientemente en Estados Unidos, Inglaterra, Brasil, El Salvador, Costa Rica y casi pasa también en Colombia. Pero ¿cómo puede suceder esto? Los mentirosos lo logran fragmentando las audiencias a través del estudio de redes sociales, para reforzarle a cada una sus propios prejuicios, envidias, miedos y odios. Un pequeño grupo paga esos estudios para mercadear ideas y beneficiarse con ello. Veamos solo dos ejemplos.

Hay muchas personas que por distintas circunstancias no pudieron acceder o mantenerse en la universidad pública y tampoco pudieron pagar una carrera en una universidad privada. Una desgracia que no es solo personal y familiar, sino también nacional. Dichas personas ni siquiera se habían dado cuenta de que anidaban alguna frustración derivada de eso, ni que albergaban un resentimiento contra quienes sí lo lograron, a quienes consideran privilegiados. Su frustración aumenta cuando les ven graduarse y obtener mejores puestos y salarios. Y revienta cuando ven que por mucho que trabajan sus aspiraciones no se realizan.

Si a estas personas se les bombardea durante cierto tiempo, por ejemplo a través de sus ˝teléfonos inteligentes˝, con información sesgada, verdades a medias y mentiras completas, sobre supuestos y reales problemas de la educación superior, se les puede convencer de que ellas han sido víctimas de una tremenda injusticia. Y si además la campaña se extiende a los medios de comunicación masivos, sus falsas creencias se transforman en certezas absolutas. Así se crea un grupo grande de personas proclives a criticar todo lo que tiene que ver con el sistema público de educación superior y ninguna evidencia parecerá capaz de mostrarles su falta de razón.

Asimismo ocurre con el asunto de las pensiones. Hay muchas personas que por diversas razones, todas ellas injustas, no pudieron cotizar para una pensión digna, dada la precariedad de su vida laboral. O como ocurriera hace años, muchas prefirieron pasarse a la CCSS, en vez de mantenerse, por ejemplo, en el sistema solidario del Magisterio Nacional, para aumentar así su ingreso mensual, que en aquel momento ya no les estaba alcanzando. Cuando dichas personas observan hoy la gran disparidad de pensiones – que no tiene nada de raro puesto que dispares son también los salarios -, así como que unas son mayores que otras, no reparan siquiera en que esas otras corresponden a quienes cotizaron el doble o mucho más que ellas todos los años que fueron necesarios. De ahí que terminen siendo presa fácil de quienes promueven datos y noticias falsos que ni siquiera se interesan en confirmar. Hasta se pueden atrever a publicar y multiplicar comentarios odiosos y estigmas irresponsables, para complacencia de quienes les han hecho creer que el vecino está mejor porque probablemente se robó la pensión a la que ellas tenían derecho. Así que el primer demagogo que les promete corregir dicha falsedad, aunque sepan bien que no podrá cumplirles, les parecerá el salvador que estaban esperando desde hace mucho tiempo.

De esa manera se divide a la gente y después resulta difícil juntarla alrededor de las verdaderas soluciones, pues muchos pasan a comportarse como fanáticos creyentes en ídolos falsos. Así se les lleva incluso a votar, manipulados, contra sus propios intereses, desinformando a cada audiencia de manera paralela, es decir, prometiéndole a cada una, aquello que más le gustaría creer. Vanas ilusiones que el tiempo se encargará de derrumbar, una vez sí y otra también.

La buena noticia es que todo esto son modas pasajeras. Tarde o temprano la gente descubre que la han manipulado y las falsas soluciones caen por su propio peso. Como dice el refrán africano «la mentira puede correr un año, la verdad la alcanza en un día». Y como dijera Abraham Lincoln: «Se puede engañar a parte del pueblo parte del tiempo, pero no se puede engañar a todo el pueblo todo el tiempo». Por eso, los demagogos terminan por caer, tarde o temprano, víctimas de sus propias mentiras.

(*) Hernán Alvarado, profesor pensionado  y ex vicerrector de la Universidad Nacional