Costa Rica
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Madrugada de fútbol en Chepe: bares hasta el amanecer y festejo en la feria del agricultor

La madrugada de este domingo no fue una cualquiera en San José; jugaba Costa Rica contra Japón y eso, aunque el equipo nacional ande mal, lo cambia todo. Bastó dar una vuelta por la capital para comprobarlo: bares y discotecas con horario extendido hasta las 7 a. m., ofertas de bebidas para ver el partido y hasta venta de desayunos.

En barrio La California, probablemente el sitio con más bares por metro cuadrado de la ciudad, la mayoría de lugares se prepararon para transmitir el encuentro, pero el ambiente no era futbolero. Nada de clientes con camisas de la tricolor; nada de banderas; nada de carros pitando por las calles; nada de canciones para “La Sele”; nada de gritos para alentar a los jugadores; nada de nada.

Era como una especie de indiferencia pactada de forma colectiva. Todos sabíamos que Costa Rica jugaría a las 4 a. m. frente a Japón, pero no queríamos pensar ni hablar sobre ello. Podría decirse que los siete goles anotados por España, el miércoles pasado, en el arco de “nuestro todopoderoso” Keylor Navas aniquilaron las ganas de saber de fútbol y apagaron la ilusión de una victoria frente a los asiáticos.

No obstante, cuando los televisores del bar La Flota, uno de los tantos ubicados en “La Cali”, sintonizaron la transmisión del partido, vimos a los once jugadores vestidos de rojo salir a la cancha, escuchamos el Himno Nacional y observamos rodar el balón tras el pitazo inicial... todo cambió en ese instante.

Un grupo de amigos compartió, la madrugada de este domingo, una mesa en el bar La Flota, en San José, para ver el partido entre Costa Rica y Japón. (MAYELA LOPEZ)

“¿Qué? ¿Si ganamos vamos a celebrar a Elite?”, preguntó un hombre sentado en la barra al bartender. Para ese momento, la pregunta reflejaba dos hechos altamente improbables: que Costa Rica ganara y que esos dos sujetos terminaran festejando en ese night club.

Sin embargo, la interrogante lanzada por el tipo de la barra evidenciaba el regreso de la esperanza, del deseo de victoria o de, al menos, celebrar un gol.

En paralelo, el pequeño y viejo bar fue invadido por el tradicional grito de “oé oé oé oé... ticos”, improperios de todo tipo y manotazos al aire frente a las pantallas, como si los presentes quisieran entrar al juego para ayudar a los jugadores costarricenses a defender, atacar, detener a un contrario o agredir al árbitro por una “mala decisión”.

Entre las voces encendidas sobresalía una. Era Jurguen Acosta González, de 31 años, quien vociferaba, una y otra vez, desde fuera del bar. “Hoy es por Costa Rica”, exclamaba. Luego, cuando los japoneses avanzaban a toda velocidad hacia el área tica, repetía, como si se tratara de un mantra, “aguante Costa Rica, es por mi barrio San Rafael Abajo”. Puro orgullo de los barrios del sur de San José.

Segundos después, cuando los defensas centrales costarricenses recuperaban la pelota y conectaban varios pases, Jurguen se emocionaba y coreaba el “oé oé oé oé... ticos” y, de inmediato, todos los presentes lo seguían. Estábamos frente al jefe de la barra. Definitivo.

Usted se preguntará por qué un aficionado tan apasionado y fiel estaba fuera del recinto que, en ese momento, era un auténtico estadio mundialista. La respuesta es que Jurguen no tenía ni para una cerveza, por eso permanecía pegado al portón negro que separa el bar de la calle, se aferraba a la estructura porque, desde su falta de recursos, ese era un sitio de perfecto para ver el cotejo.

Allí, con su gorra rojo, azul y blanco, camisa roja sobre los hombros, pantalones gastados y viejas tennis blancas, veía el partido. Pero no era el único en la calle, lo acompañaban policías, taxistas y otros aficionados. La escena se repetía frente a otros bares.

Antes de que finalizara el primer tiempo del juego de Costa Rica, uno de los clientes del bar La Flota invitó a Jurgen Acosta González a una cerveza. (MAYELA LOPEZ)

En medio del trabajo

A pocos kilómetros de barrio La California, en la feria del agricultor de Zapote, el panorama era otro. Decenas de agricultores y comerciantes preparaban sus tramos para recibir, en pocos minutos, a cientos de clientes.

Mientras afinaban detalles para iniciar la jornada, en los radios de sus carros, a todo volumen, se escuchaba la narración del juego.

Otros, como Ana Yancy Guillén, veían el partido en la pequeña pantalla de sus teléfonos. “Descargué una aplicación para poder verlo”, dijo la mujer mientras esperaba que calentara el día.

Ana Yancy Guillén, vendedora de la feria del agricultor de Zapote, era de las pocas que veía el juego de Costa Rica desde su celular. La mayoría de vendedores seguían las incidencias a través de la radio. (MAYELA LOPEZ)

Para entonces, el marcador seguía cero a cero. El vox populi afirmaba que terminaría así y, por lo tanto, quedaríamos casi eliminados de Qatar 2022. Sin embargo, luego de la paliza dada por España, un cero a cero era un negociazo.

Faltaban unos minutos para el pitazo final y justo aquí diremos aquellas viejas frases clichés del balompié: “El partido termina hasta que el árbitro pite”, “Todo puede pasar, es fútbol” o una más criolla que le gusta mucho a los saprissistas: “No se repartan nada”.

Y sucedió, al minuto 81 apareció Keysher Fuller, el jugador más criticado del primer tiempo, para mandar el balón al fondo y a celebrar con todo. El grito de gol corrió por el campo ferial.

Freddy Pérez, vendedor de la feria del agricultor de Zapote, celebró este domingo el gol de Costa Rica frente a Japón. (MAYELA LOPEZ)

Es probable que, en La Flota, Jurguen haya brincado como loco; es probable que se abrazara con los policías y taxistas; es probable que todo el bar cantara, de nuevo el “oé oé oé oé... ticos”. Es probable que algún fanático se arrepintiera de madrear a Fuller en el primer tiempo; es probable que el tipo de la barra y el bartender se fueran a celebrar en el night club.

Cientos de personas celebran en la Fuente de la Hispanidad Policía mantiene el tránsito abierto en el paso a desnivel sobre la Fuente de la Hispanidad.