Acaso como no lo hizo la pandemia del coronavirus, al menos en un plazo tan corto y de tanta intensidad, la despedida de Diego Armando Maradona presentaba un desafío para la seguridad del Gobierno nacional y el de la Ciudad. Por el lugar donde se eligió exhibir el cuerpo del astro, la Casa Rosada, y los alrededores, que serían copados por los fanáticos, el operativo requería una coordinación precisa entre las fuerzas de seguridad de ambas administraciones. Y, por lo que pudo constatar Clarín, esa coordinación no existió.
Poco después de las 12, cuando ya había certeza de que las cuatro horas que quedaban por delante serían insuficientes para garantizar el desfile de semejante multitud (la cola llegaba desde la puerta de la Casa de Gobierno hasta los alrededores de la estación Constitución) comenzaron a intensificarse los llamados entre funcionarios de la Nación y de la Ciudad para, a esa altura, minimizar incidentes que parecían inevitables.
A esa hora, agentes de la Policía porteña habían tenido un primer encontronazo con parte de la barra brava de Boca. Lo contuvieron. ¿Y la Policía Federal? Si bien el operativo fue en conjunto ("por cada agente de la Ciudad había uno de la Federal", ejemplificó una fuente oficial), desde el Gobierno nacional dieron orden de no reprimir. "Por un tema ideológico", justificó un funcionario.
Poco después del mediodía se planificó el cerrojo. La orden fue cerrar las calles de acceso a Avenida de Mayo (25 de Mayo, Reconquista y las diagonales Norte y Sur) para que la multitud se concentre sobre un solo camino. "En algún momento hay que cerrar la punta de Avenida de Mayo y seguramente habrá incidentes con los que queden del otro lado", evaluaba un dirigente de la Ciudad temprano ante la consulta de Clarín.
Eso fue lo que pasó. Los primeros incidentes grandes aparecieron cuando se cortó la fila interminable con un vallado en la 9 de julio. ¿Por qué no se estiró el horario de la despedida? "Claudia y la familia están inflexibles con llevarse el cuerpo a las 16", explicaban las fuentes oficiales a este diario.
Por esta intransigencia, ya desde el miércoles a la noche se discutió la idea de organizar una caravana con el féretro, para que la multitud que quedara afuera pudiera saludar al ídolo desde un costado de la calle. "Se le decía a la familia que no había un helicóptero para llevar el cajón y por eso sí o sí hay que hacer una caravana. Con Alfonsín, por ejemplo, fue así", agregaron las fuentes.
Lo que no se previó temprano, claro, es que el desborde llegaría hasta adentro de la propia Casa Rosada, con gente trepando las rejas libremente y moviéndose por el patio de las Palmeras como si fuera el patio de su casa.
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