Guatemala
This article was added by the user . TheWorldNews is not responsible for the content of the platform.

Asesinatos incluyen a infantes y a jóvenes

Hace algunos días, la Coordinadora Institucional para la Promoción de los Derechos de los Niños (Ciprodeni) dio a conocer una espeluznante cifra: sólo en los primeros diez meses de este año, 453 niños, incluyendo niñas, y adolescentes han sido asesinados en Guatemala. La cifra pasa inadvertida, desafortunadamente, como consecuencia de las terribles condiciones del país en cuanto al respeto de la vida humana. Pero deben ser desmenuzadas con especial interés, para comprender su verdadero significado, más allá de las cifras frías de los informes realizados por esta entidad, por infortunio talvez acostumbrada a predicar en el desierto porque no se hace nada desde el Estado para contribuir a ponerle límite a este creciente flagelo.

De esas 453 víctimas, el 69% (312) son varones y el resto (141) con mujeres, para hacer un promedio diario de casi 11 por semana. A ello se agregan otros 4,852 desaparecidos (121 por semana, 17 diarios). El gran total es terrible: cada día son asesinados o desaparecen 5,305 diarios. (Interpretación propia de esas cantidades). Pero como no podía quedarse sólo en eso, 76,105 niñas han quedado embarazadas y seis de ellas tienen a sus hijos cada día, según la cifra de Ciprodeni. Esto demuestra, a mi juicio, el ambiente de violencia —incluyendo la doméstica— generalizada en el país, sin diferencias étnicas, de posición económica, nivel educativo. Evidentemente hay más casos, sin víctimas mortales o desapariciones, pero ese ambiente marca a quienes cuando sean adultos repetirán tales tragedias, porque las ven como naturales al encontrarlas en su ambiente.

Ciprodeni tiene la oportunidad de dar mucha información presentada en forma de dibujos con textos simples y cortos, pero muy precisos y fáciles de comprender, realizados por ilustradores con especialidad derivada de estudios universitarios, y especificados por quienes conocen de ese tema. El lenguaje es fundamental. Necesita sencillez, claridad y sobre todo estudios previos del significado de los términos según los ambientes donde viven las personas a quienes es dirigido. Esto incluso debe incluir la realidad de los padres obligados a enviar a sus hijos a trabajar, ya sea en el campo o en las peligrosas calles de las ciudades, donde muchas veces se trunca su infancia y su primera juventud, a causa del ambiente hostil y peligroso donde deben ganarse el pan para la familia.

La calidad de un conglomerado social se conoce, según leí alguna vez, en la forma como trata a sus niños y a los ancianos. Por supuesto, las razones son muchas, muy variadas y también a veces difíciles de identificar. No siempre hay agresión física, pero los psicólogos y psiquiatras concuerdan en la dificultad de sanar las heridas o hacer desaparecer las cicatrices en el espíritu y la forma de ver la vida. La violencia manifestada en las maras y la temeridad de un porcentaje mayoritario de sus actos es el resultado de estar convencidos de tener la vida en un hilo y de aceptar al asesinato como el único castigo a sus fechorías. En las jóvenes involucradas, su vida obligatoriamente licenciosa es también resultado de este ambiente malsano, y todos entienden y aceptan el rechazo social, base del abandono a quienes intentan ayudarlos a dejar esas vidas.

Es un reto muy grande y la tarea de vencerlo necesita paciencia y multiplicidad de fuentes de inspiración de mensajes. Con algunas de estas se necesita cuidado, como es el caso de la religión. Con otras se necesita colaboración, como es darles oportunidad a iniciar miniempresas propias para enseñarles a ganarse la vida de otra forma. Los conocedores de estos temas también tienen la tarea de alzar la voz, sugerir, actuar, teniendo en claro la necesidad de hacerlo sobre todo en base al voluntariado o a instituciones privadas, porque el Estado ya se perdió, al estar capturado por personas para quienes no son importantes estas tareas, tan diversas a las razones por las cuales han llegado a las instituciones públicas. Lo primordial es no manchar los esfuerzos con criterios politiqueros, eso sí.