Guatemala
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De Alaíde Foppa a Nesly Consuegra

Alaíde Foppa Falla nació en Barcelona en 1914 y fue secuestrada un 19 de diciembre de 1980, en Guatemala, la tierra de su madre. Es decir, sobrevivió a dos guerras mundiales, a la Guerra Civil Española, a la Revolución de Octubre de 1944, a los fascismos y al nazismo, a la oscura noche de Tlatelolco, a las luchas feministas que abrieron brecha en el continente latinoamericano, a la incertidumbre de una madre preocupada por el futuro de sus hijos en la clandestinidad, a la muerte del más pequeño de sus hijos y a la de su marido Alfonso Solórzano, pero no sobrevivió a las fuerzas represoras de la G-2 del gobierno militar de Romeo Lucas García y a su cancerbero, Donaldo Álvarez Ruiz.

El lunes 22 de diciembre de ese mismo año, en la primera plana del diario El Gráfico, apareció la noticia sobre la desaparición de la escritora, poeta, académica, crítica de arte, políglota e intelectual, Alaíde Foppa, y de su piloto Leocadio Axtún, ocurrido el viernes anterior. Ella había ido a comprar flores cerca del mediodía. De eso, 42 años ya. En 1999, Julio Solórzano Foppa, hijo mayor de Alaíde y único de los tres hijos hombres que aún vive, fue uno de los iniciadores, junto con la Fundación Rigoberta Menchú, del proceso que se sigue en España contra Donaldo Álvarez Ruiz y otros funcionarios por los delitos de tortura, genocidio y terrorismo de Estado.

El caso de Alaíde Foppa está en el tomo III, capítulo tercero del Rehmi. En el año 2010, 30 años después de su secuestro y desaparición, la Cámara Penal de la Corte Suprema de Justicia aceptó la petición del procedimiento de averiguación especial realizado por sus familiares. El 8 de marzo del 2011 se hizo otra solicitud de averiguación especial. Hoy, su cuerpo sigue sin aparecer, y existen juicios abiertos ante la Audiencia Nacional de España, la Corte Suprema de Justicia de Guatemala y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en Washington.

El 2 de diciembre del 2022 fue activada una alerta Isabel Claudina por la desaparición de Neshie (Nesly Lizet Consuegra Monterroso). Tres días después, el cuerpo sin vida de esta joven de 27 años fue hallado, con signos de extrema violencia, dentro de un tonel que estaba en un vehículo sin placas, en la zona 3 de la capital. Según una nota escrita por sus amigas de la Colectiva Urbana y publicada por la revista Ruda https://rudagt.org/las-amigas-de-neshie-reconstruyen-su-historia/, Neshy inició su camino como rapera en 2013 y fue una de las fundadoras de un movimiento de Freestyle llamado Women Free, que tiene como objetivo articular redes de mujeres freestylers para profesionalizarse en esta disciplina.

Neshie grabó su primer álbum en el 2016, titulado Estados mentales y, luego, casi una docena de canciones más. Practicaba el futbol, era protectora de los derechos de los animales y dedicaba su tiempo a cuidar perritos en veterinarias, en donde trabajó durante algunos años. Para sus amigas, ella era una hermana, “un ser lleno de amor, servicial, alguien que tenía tiempo para escuchar, una persona comprometida y apasionada”.

En lo que va del año 2022, según el MP, 502 mujeres han sido asesinadas en Guatemala; el promedio en años anteriores ha sido de una mujer cada 12 horas. Es muy pronto para saber si el crimen de Neshie se sumará a las cifras de impunidad que han definido tantos feminicidios en este país sin verdad ni justicia. Que ese no sea, ojalá, el hilo conductor entre ambas historias.

Lo que traza un hilo entre Alaíde y Nesly es que nacer y ser mujer en Guatemala sigue siendo un acontecimiento de alto riesgo permanente. También, que muchas mujeres que se salen de las narrativas tradicionales y transitan por caminos alternativos son blancos más frecuentes de violencias extremas. “No se puede vivir con una muerte adentro. Hay que elegir entre arrojarla lejos como fruto prohibido o al contrario dejarse morir”, escribió Alaíde. Sí, arrojemos la muerte lejos de nosotras, de nuestras casas, nuestras vidas y nuestras calles. Nos queremos vivas, sin miedo, libres, con dignidad, alegría y justicia. No hay otra manera de vivir.