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El reconocimiento de la ayuda es dignificante

“Ayuda a tu semejante a levantar su carga, pero no a llevarla”. Pitágoras

Todos nosotros estamos rodeados de seres iguales a nosotros: mortales, los cuales no solamente están allí, sino que de un modo u otro llegan a formar parte de nuestra vida por la manera con que nos relacionamos. Hay logros y metas que hemos podido alcanzar con mucho esfuerzo y no podemos negar que hemos recibido alguna ayuda y apoyo por personas que se han tomado el tiempo y el interés para ayudarnos. Claro, es de educados el agradecerlo, pero debemos ir un paso más allá, dándoles el crédito en nuestro logro por lo que ellos hicieron.

Es posible que con algunas de estas personas esta ayuda será el punto inicial para cultivar una relación permanente después de la ayuda que se nos dio. Otras posiblemente siguieron su camino y nunca más supimos de ellas, pero cada vez que nos recordamos de la ayuda recibida, hay que dar crédito del que nos ayudó, y eso, más que enaltecer a la persona, nos habrá de dignificar, por ser testigos de la bondad de aquellos que en el tiempo oportuno y en el lugar exacto estuvieron para darnos la ayuda.

Posiblemente algunos pueden pensar que el prójimo está obligado a ayudarnos cuando estamos con alguna necesidad, pero esto no necesariamente es así.

Claro, hay quienes en su crianza fueron formados con ese detalle de detenerse en lo que están haciendo y extender una mano para suplir una necesidad, pero a otros se les enseñó que es mejor evitar el involucrarse para evitarse problemas y terminar lamentándose. Por ello, si bien perciben la necesidad, mejor siguen su camino.

Cuando queremos sacar el máximo provecho en el aprendizaje que la vida nos presenta debemos siempre apreciar un elemento fundamental, que se debe tener siempre presente en momentos en que alguien nos está ayudando: ser agradecidos. Si se nos ayuda debemos ser agradecidos y comprensivos de que quien nos está ayudando lo estará haciendo de la forma que sabe hacerlo y en la manera como a él le nace hacerlo. Sin duda nosotros pedimos que se nos ayude, pero esto es un ruego, nunca una demanda.

Hay quienes conservan resentimientos porque nadie se detuvo en su camino para asistirlos. Es triste, sin lugar a duda, pero nunca puede ser reclamado. Aun en el relato bíblico está destacada la acción del “buen samaritano” porque se detuvo para ayudar al que estaba urgido de ayuda, pero también describe a aquellos que lo vieron, pero siguieron su camino. Hoy ese cuadro es repetido con mucha más frecuencia de lo que podemos pensar y no nos debemos sorprender por ello.

La gran pregunta es, en mi caso personal, cuál personaje describe mi modo de ser. Lo ideal sería que, en lo que sea posible, seamos como aquel que se detuvo, y dejando de lado lo que tenía que hacer, tomó el tiempo para asistir al necesitado.

No podemos negar que muchos que nos rodean muchas veces están tan agobiados por sus propias necesidades cotidianas que no perciben lo que les rodea, y por estar embebidos con sus problemas siguen su camino sin ver a su alrededor, pero no debería ser así, debemos prestar atención de nuestro derredor y, cuando podamos y tengamos la capacidad, no dejar de hacer el bien a quien lo necesita. Porque bien se puede aplicar en esto el principio de sembrar y cosechar, que también es válido, en las relaciones de la convivencia del diario vivir.