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El saber abogar es una virtud que es valorada

“El jurado está compuesto por doce personas elegidas para decidir quién tiene el mejor abogado”. Robert L. Frost

La profesión del abogado es la que todo humano en un momento u otro de la vida está necesitando para poder dejar las cosas en orden y libre de cualquier problema que pudiera tener en el momento menos esperado. Por ello, cuando uno decide con quiénes tiene que tener una relación, el abogado debe ser parte de esa lista y, de preferencia, encabezar el orden antes que los demás.

Los problemas surgen en el momento menos esperado, por lo que uno tiene que tener a la mano los números de teléfono de: el médico, para llamarle y pedirle ayuda; el abogado, para que del mismo modo se le pueda solicitar ayuda, dependiendo de cuál sea la urgencia y necesidad que uno presente, tomando en cuenta que no solo es alguien de su confianza, sino también alguien accesible para el momento en el que se le puede necesitar.

Es cierto que muchos de nosotros somos personas que por nuestro comportamiento no tendremos problemas con la ley, pero nunca sabemos cuándo otros, por su modo de manejar su vida, nos involucren en situaciones en las cuales necesitamos un buen abogado para que pueda, primeramente, orientarnos y, luego, ayudarnos para poder tener todo en orden y en ley para seguir con nuestra vida.

Es admirable observar a los profesionales de la abogacía con cuánta habilidad pueden tener una identidad con su defendido que él mismo queda admirado por su desempeño y reconoce que si pudo despejar su problema fue simplemente porque su abogado, con la pericia y habilidad, pudo ayudarlo y librarlo de una condena segura.

Aun cuando la profesión de la abogacía tiene todo un perfil particular, en todas las ramas de su ejercicio hay muchos que sin ser abogados tienen la disponibilidad y capacidad de poder intervenir en situaciones conflictivas y mediar con eficiencia, y por esa participación pueden calmar los ánimos y restaurar las relaciones entre partes que parecería que estaban casi en un estado de declararse en guerra, pero por la mediación de una tercera parte se calman los ánimos y se restauran las relaciones.

Es sano para todo ciudadano tener presente quién puede ser su abogado cuando se esté en estado de necesitarlo. Si se logra antes de que una necesidad surja, si surgiera no tiene más que ponerse en contacto, porque la relación ya existe, y como se han tratado con anterioridad se han conocido, no hay necesidad de extensas explicaciones ni necesidad de justificar por qué se necesita de él. La relación previa ha dejado todas las bases para que el abogado intervenga y pueda asistir a su cliente por la relación que se ha logrado en el pasado.

La virtud máxima está en que mi abogado haga justa defensa en mi necesidad, pero si en algún caso hay culpabilidad me pueda orientar y asistir para poder enmendar el problema y enfrentar con responsabilidad. Esta ayuda puede lograr enmendar la vida y poder seguir adelante habiendo corregido el error.

Debemos apreciar y honrar a aquellos que por vocación y preparación se han dispuesto a tomar el reto de la abogacía con todos los matices de la profesión. Cada uno de nosotros debemos estar dispuestos para, en nuestras posibilidades, cuando haga falta, ser de aquellos que puedan abogar para que la paz y la serenidad pueda una vez más reinar en nuestras relaciones.