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Hazte a un lado, fútbol americano; el ‘soccer’ está en alza

Por primera vez desde 2014, la selección masculina de Estados Unidos ha avanzado a octavos de final en la Copa del Mundo.

Es parte de un momento especial para el fútbol norteamericano, porque por primera vez en la historia de la Copa del Mundo, en 2022 en Catar, Estados Unidos, México y Canadá —los países más poblados de América del Norte— están compitiendo en el mismo torneo. Además, esto es solo un calentamiento: en 2026, la Copa del Mundo se realizará en América del Norte, y esos tres países serán los anfitriones.

No puedo evitar preguntarme si las semillas de este momento deportivo fueron plantadas hace casi 30 años, en 1994.

Ese año comenzó con la promulgación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), y ese verano nos mostró a Oprah Winfrey caerse por un agujero en el escenario mientras todo el mundo veía la ceremonia inaugural (en el Soldier Field de Chicago) de la primera Copa del Mundo organizada en suelo estadounidense.

La Copa del Mundo siempre se ha cruzado con el comercio y las finanzas globales y ha reforzado sus tendencias. El torneo fue un evento mayormente europeo en los años previos a que fuera cancelado por la Segunda Guerra Mundial. En 1970, fue organizado por primera vez fuera de América del Sur y Europa. Luego llegó el portento de 1994, cuando Estados Unidos montó un espectáculo que cambió el tenor del debate sobre el fútbol en toda América del Norte.

Al igual que millones de otros fanáticos deportivos estadounidenses, era un ignorante del fútbol pero sentí una profunda curiosidad y fascinación por la Copa del Mundo de 1994. Para un chico del Medio Oeste estadounidense que creció con béisbol y maíz, el espectáculo fue hipnótico, cautivador. Solo sabía que era evidente que todo el planeta estaba reunido para verlo. Y lo más importante fue que me sentí parte de ello. ¿Qué más da que no entendiera muy bien lo que implicaba un fuera de lugar?

A esa Copa del Mundo, así como la creación de la Major League Soccer (MLS) dos años después (sin mencionar la capacidad cada vez mayor de ver las ligas europeas en la televisión estadounidense), se les atribuye ampliamente la explosión de la popularidad del fútbol aquí. En ese momento, toda una generación de niños estadounidenses conoció el deporte, se enamoró de él y mantuvo ese amor hasta la adultez para luego transmitírselo a sus propios hijos. Ahora forma parte de la cultura dominante: más estadounidenses vieron la final de la Copa Mundial Femenina en 2019 que las finales de la NBA o la Serie Mundial de este año.

Eso ha traído beneficios para México y en especial para Canadá, cuya aparición en Catar es apenas su segunda participación en una Copa del Mundo. En su primera aparición, en 1986, terminó en la última posición de su grupo con tres derrotas consecutivas y siendo superada por una diferencia de 5 goles a 0. Pero la selección canadiense prosperó en los años posteriores a 1994, gracias al incremento general del nivel de competencia en la CONCACAF (la Confederación de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe de Fútbol), además de sus múltiples equipos en la Major League Soccer.

México, una nación enloquecida por el fútbol, nunca enfrentó una verdadera competencia en América del Norte hasta que Estados Unidos comenzó a darle la bienvenida al deporte (incluido un desenfrenado partido amistoso que preparó a ambas selecciones para la Copa del Mundo de 1994, el cual agotó las más de 92.000 localidades del estadio Rose Bowl). Ahora los países tienen una rivalidad permanente que tiene tanta historia que Amazon Prime está desarrollando un documental al respecto, llamado “Good Neighbors” (“Buenos vecinos”).

No es difícil encontrar algunas estrellas estadounidenses en potencia en este torneo. Estados Unidos tiene a Christian Pulisic, el talentoso fenómeno sobrenatural que anotó el gol de la victoria en el partido contra Irán para impulsar a Estados Unidos a los octavos de final. Ha deslumbrado (en su mayoría) en Europa y al fin ha podido brindarle un buen espectáculo a la audiencia global en su primera Copa del Mundo. Alphonso Davies ya podría ser el mejor (y sin duda el más famoso) jugador canadiense de todos los tiempos, además de ser el actual jugador del año de la Concacaf y una floreciente superestrella de TikTok. Incluso la envejecida y gruñona selección de México tiene a Chucky Lozano, quien marcó un gol electrizante durante la sorprendente participación de México en la Copa del Mundo de 2018. Ninguno de ellos son nombres legendarios todavía, pero Davies y Pulisic están cerca y podrían tener un gran avance en sus carreras en el escenario futbolístico más grande de todos.

En 2026, 11 ciudades de Estados Unidos, 3 de México y 2 de Canadá serán sede de la Copa del Mundo. Ese será el cumplimiento de los ambiciosos proyectos de 1994 y profundizará la conexión entre el TLCAN y la Copa del Mundo.

Por supuesto, ya no se llama TLCAN. Bajo la presidencia de Donald Trump, se convirtió en el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), un pacto que actualizó el TLCAN para el siglo XXI. Trump ha dicho durante años que el TLCAN es “el peor acuerdo comercial jamás realizado”. Desde su inicio, sus detractores han criticado el pacto, entre otras cosas, por enviar empleos estadounidenses a México.

Sin embargo, el acuerdo ha perdurado y ha permitido mayores conexiones comerciales y culturales entre los tres países. Ha sido una bendición para el ‘soccer’ del Nuevo Mundo y, sin lugar a dudas, la cooperación comercial entre los países contribuyó al atractivo de su candidatura para ser sede de la Copa del Mundo.

Dado que Estados Unidos, Canadá y México serán anfitriones conjuntos de la Copa del Mundo, ya están clasificados de forma automática al evento. Con la expansión del torneo de 32 a 48 selecciones a partir de 2026, estos países de América del Norte deberían convertirse en participantes habituales en todos los torneos. Tu país no tiene que ser el anfitrión para que disfrutes la Copa del Mundo —me divertí mucho en 2018; mi equipo fue Croacia— pero ciertamente ayuda. Sin duda fue el caso en 1994.

Este tipo de fanatismo e interés generalizado nació de esa Copa del Mundo de 1994 y de las inversiones en el fútbol en este continente que provienen de décadas de dedicación. Lo que se esperaba de esa Copa del Mundo era que sentara las bases para que Estados Unidos finalmente se convirtiera en una nación futbolera. Todavía no hemos llegado a ese punto: este sigue siendo un país de fútbol americano y tal vez siempre lo será.

Pero en toda América del Norte, el fútbol ‘soccer’ ha logrado avances increíbles en los últimos 30 años, y la evidencia se puede ver en la Copa del Mundo de este año.

Vi a Estados Unidos vencer a Irán en un bar deportivo repleto hasta el techo de rabiosos fanáticos en Athens, Georgia, donde los amados Georgia Bulldogs se preparan para su juego de campeonato de la Conferencia del sureste a realizarse este sábado. Ese juego comenzará a las 4 p. m. hora del este, mientras que la selección masculina de fútbol jugará contra Países Bajos en los octavos de final a las 10 a. m. hora del este.

La gente en ese pueblo loco por el fútbol americano, como tantos otros en Estados Unidos, comenzará sus parrilladas temprano: nadie se atreverá a perderse un partido de octavos de final de Estados Unidos en la Copa del Mundo. No este año y, seguramente, nunca más.

*©2022 The New York Times Company