Guatemala
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Oportunidades culinarias en el extranjero

Una de las curiosidades culturales notables que surgen como consecuencia de nuestro éxodo hacia Estados Unidos ha sido el surgimiento de comercios y, en especial, restaurantes guatemaltecos, en aquellas tierras durante las últimas dos décadas. Hasta ahora, siento que esto ha sido notorio en las grandes ciudades como Los Ángeles, Chicago, Atlanta o Nueva York, urbes que, de por sí, se caracterizan por la mezcla de las culturas universales que atraen desde cada esquina del planeta. Pero, desde mi perspectiva, es aún más fascinante ver cómo la presencia de la oferta de comida en manos de compatriotas ha proliferado en cientos de los pequeños pueblos que constituyen lo que allá denominan Small Town America, es decir, el conglomerado de miles de localidades con poblaciones menores a 50 mil habitantes que, según el censo actual, aglomeran al 60% de la población de ese país.

Este aparecimiento de nuestras culturas en aquella Small Town America hace llamar la atención hacia otro fenómeno, igual de interesante. Y es que una parte predominante de la población emigrada guatemalteca hacia estos poblados pequeños proviene de pueblos mayas del occidente nacional. Es decir, las poblaciones más propias de las culturas indígenas de nuestro país se interrelacionan con muchas de las regiones de aquel extenso territorio que comparten el ser lo más duro de la cultura estadounidense; ese Heartland que forman auténticos pulmones de los valores más tradicionales de aquel país: desde el Bible Belt del religioso sureste, repleto de casos en pueblos de Alabama, Georgia, Carolinas y Tenesí; el Rust Belt de la industrial región nordeste, con pueblos de Pensilvania, Ohio e Indiana, hasta el oeste, pasando por el corredor central, de Texas, Oklahoma, y Nebraska, entre otros.

Es notable cómo en aquellos lugares tan simbólicos de lo extranjero hay ahora presencia de establecimientos de lo nuestro. Los nombres frecuentemente llevan las palabras “Chapín”, “Guatemalteco”, “Tikal” o “Quetzal”, por solo poner unos ejemplos. Sin embargo, lamento que ese entusiasmo con que emprenden aún haga falta igualarlo con mayor esfuerzo para encontrar alguna autenticidad de la comida y así trascender hacia un camino que rinda réditos para el país, y más allá de lo meramente personal. He encontrado que abundan variaciones sustanciales a las recetas que, más que fusiones innovadoras, parecen simples ocurrencias personales que me atrevería a pensar que vienen desde la falta de existencia de un concepto que busque establecer un sello de autenticidad.
Recientemente vi un galán local en Carolina, donde dentro del recado del pepián sirven una gran bola de vegetales en curtido.

El esfuerzo que han realizado los connacionales por emigrar desde las aldeas más remotas de la histórica pobreza guatemalteca, y de trascender en otro país, estableciendo emprendimientos que llevan la bandera guatemalteca, es realmente extraordinario. Creo que corresponde al país igualar el esfuerzo de los emigrados donde estas ideas podrían caber: Establecer las características que requieren los platos para guardar autenticidad. No conozco hasta ahora que esto se haya hecho. Y difundirlo en un programa con vistas hacia nuestros paisanos afuera. Lograr la promoción del país a través de los emigrados constituidos en embajadores culturales, y colocar nuestra cocina a competir en otros pueblos, con otros pueblos que ya lo hacen, con nuestra rica y centenaria comida. Italia, Tailandia y Perú son unos cuantos de los tantos que ya lo han hecho con destacable éxito. La oportunidad está.