Guatemala
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TSE da un evidente paso para el fraude electoral

Las decisiones tomadas por el Tribunal Supremo Electoral no son opacas sino clarísimas, puras, transparentes e innegables. Su obvio objetivo es despertar dudas en los ciudadanos convencidos del indiscutible fraude electoral en las elecciones del año entrante. La entidad creada para dar confianza en los resultados de comicios legales y legítimos se ha convertido en la garante de otorgar una falsa legitimidad a un proceso cuyo resultado por primera vez es seguramente viciado. Será planificado sin rubor alguno en la casa presidencial una cáfila (grupo desordenado) de advenedizos politicastros (gente con pretensiones desmedidas, rastreros, inhábiles, malintencionados, con fines y medios turbios). Estas definiciones están incluidas en el Diccionario de la Lengua Española…

Algunos calificarán de exagerada, otros de malintencionada, la calificación del TSE como dócil y apéndice de la voluntad y caprichos omnímodos de gente cuya mejor definición se encuentra en el párrafo anterior. Las circunstancias no dejan espacio para una distinta, como lo prueba todo lo relacionado con la adquisición de los equipos para contar los votos y legalizar las actas. La entidad contratante licitó para la compra, por una no especificada pero desconocida y millonaria cantidad; la mantuvo apenas una semana en su portal y luego la borró para evitar investigaciones ciudadanas. Oh, sorpresa, ganó la única y desconocida empresa participante, basada en Bahamas y en Guatemala legalizada pocos días antes de ganar la “licitación” una sucursal de apenas tres meses de vida.

Por si no fuera poco, el representante de Starmatic —así se llama— es Elizardo López Flores, un exviceministro administrativo de Gobernación de Giammattei. Varias instituciones privadas, como el CACIF y ASíEs, llegaron a la sede del TSE para “presentar sus dudas” sobre la opacidad de toda la operación, pero “no buscan enfrentarlo. Error. Es necesario hacerlo con firmeza, no actitudes diplomáticas, sino duro y a la cabeza, como en el boxeo. Las acciones del TSE no resisten el más mínimo análisis. Son malintencionadas. Si no hay un rechazo absoluto y de frente a los contubernios para apoderarse de las elecciones, simplemente seguirán adelante y terminarán con lo poco de la democracia electoral lograda desde la elección de la Constituyente el 1º de julio de 1984.

Un tema candente es el conteo de los votos. En realidad no serán muchos, si sigue la descendiente tendencia a participar. Ese factor, y sobre todo la desconfianza ciudadana por posible intervención de las máquinas y las actas, obliga a reinstalar el conteo directo realizado por miles de voluntarios de todo el país, testigos y garantes de la veracidad de los números. Unos como un acto cívico, otros por representar a los partidos. Los resultados contados a mano son confiables en su totalidad, mientras los logrados por digitalizaciones, tecnología biométrica y demás no son perfectos ni están libres de manipulaciones imposibles de detectar. Las trampas abundan: ya alguna vez el conteo se detuvo cuando un oportuno rayo cortó la energía eléctrica…

Si el TSE no deshace esa actual falta de credibilidad, el resultado de las elecciones dejará de ser visto como la voluntad mayoritaria de los ciudadanos votantes, aunque sean una minoría al no votar la mitad más uno de los inscritos. Como bien dice el columnista Luis Figueroa, lo más importante son resultados confiables y transparentes. Es clave la participación mayoritaria de los ciudadanos de edades entre 18 y 45 años, a su vez la mayoría de los votantes, y por ello tienen el deber de votar y con ello dificultar y ojalá impedir la realización de los planes evidentes de una victoria oficial indispensable para la malsana prolongación de su actual impunidad, para lo cual el gobierno cuenta con la complicidad del TSE y su dirigencia, carente de sentido histórico.